sábado, 31 de julio de 2010
No hay nada más peligroso que la verdad
El miércoles fuimos al cine. No vamos muy seguido; el trabajo, los niños, los niños! Elegimos, no, yo elegí El cazador oculto de Roman Polanski. Empecé a disfrutar desde el comienzo, tan de Hitchcock y seguí disfrutando después esos ventanales inmensos sobre el mar tormentoso y helado. Y al final, cuando quiero seguir viendo los créditos que desfilan sobre el fondo negro, mi marido me dice "¿Sabías que Polanski está acusado de violación?" Bueno, no, no, sabía, o sí habré escuchado algo por ahí y lo olvidé por distraída, ay, ¿de veras? Bueno, pero la película está buena, no? ¡Ay! Googleo polanski en prisión para saber algo de la historia. Entonces, ¿debería haber ido a ver una película de un violador confeso que cumplió cuarenta y dos días preso en 1977 y los últimos diez meses en arresto domiciliario en una mansión en la exclusivísima Gstaad? El prisionero de Gstaad lo llaman con sarcasmo a Polanski en una de las tantas críticas. Y bien sí, la verdad es que me gustó The ghost writer, me gustaron Ewan McGregor y Pierce Brosnan, me gustó que la historia hablara de la verdad y que la búsqueda de esa verdad no estuviera a cargo de un detective o un policía sino de un escritor más bien de segunda categoría, un tipo que labura de escribir y cuyo nombre ni siquiera figura en la tapa de sus libros. El arte no es para los puros.
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