martes, 25 de febrero de 2014

Mis hijos han abandonado los juguetes para entregarse a los videojuegos.  Cada día quiero salvarlos de lo que yo considero una pérdida y  dedico un tiempo para jugar con ellos a las cartas o a los autitos.  Me conceden unos minutos de atención, me dan el gusto.  Pero están muy atentos al reloj, vigilan la hora que yo les prometí que podrían encender  la Play. 
Cada chico elige con qué va a jugar con la seriedad con que un joven elige la carrera que va a estudiar.  Es hora de admitirlo: mis hijos se educarán no con ladrillitos de Rasti sino con consolas de Sony,computadoras de Microsoft y celulares de Nokia.
Soy mi peor pesadilla.