sábado, 31 de octubre de 2015

Hay que cortar por lo sano.
Hay que administrar la fuerza.  Como se regula la fuerza de los brazos al nadar.
Yo nado con la cabeza, con el cuerpo, con el corazón.  Nado lento.
Cuando no puedo más, cuando necesito aire y estoy agitada, corto por lo sano.
Giro sobre mí misma.  Giro como un pez.  Mis piernas no paran.  Eso lo aprendí:  acá nunca paramos de patalear. Acá dosificamos la fuerza  Las olas son tibias y frías.  Donde la cabeza va, el cuerpo la sigue.  Acá no paramos.  Cortamos por lo sano.

martes, 20 de octubre de 2015

Mil besos

Estás ahí, sentado en el sillón rojo, leyendo una historieta.  Y de repente entendés todo y se te hace un nudo en la garganta.
Estás ahí, sentado, leyendo, estás tan bien.  Y entonces la impotencia te agarra por el cuello como un asesino en un callejón.
Yo no tengo palabras.  Sólo puedo darte un beso. Cien, mil besos.  Sólo puedo abrazarte.  Nada más.  Sé que te vas a sentir mejor pronto.
Afuera, la ciudad se llena de asesinos.

jueves, 15 de octubre de 2015

Clase de geometría

Subo la escalera que me conduce al aula de 1°1° Cada escalón está salpicado de caca de paloma.  El piso delante de la puerta del aula y la pared del balcón junto a la puerta chorrean excrementos de ave que se superponen en capas depositadas a lo largo del tiempo y de la ausencia total de limpieza.  Entro al curso donde los 30 adolescentes que me esperan se distribuyen en bancos en diferentes estados de deterioro en una escala que va de roto a destruido, pasando por todas las gradaciones del abandono y la pobreza:  mesas hundidas en el medio, fórmicas desconchadas, tablas sin remaches, caños deformados a fuerza de cientos de pies apoyados en ellos para soportar las clases larguísimas de 120 minutos de duración, tiempo que las autoridades educativas estiman óptimo para que los procesos cerebrales del aprendizaje se abran paso en los cerebros jóvenes colmados de hormonas de crecimiento, sesiones interminables de playstation y consumo indiscriminado de youtubers, videos de terror y porno en dosis aproximadamente iguales.  En verdad el mobiliario de esta aula sería digno de la sala de torturas del castillo de Gilles de Rais.  Ningún alumno dejará esta institución con su columna indemne, después de sentarse durante horas en estas sillas.
El piso brilla aquí y allá en acumulaciones heterogéneas pero abundantes de papeles metalizados de alfajores y snacks consumidos a repetición por los educandos .  En la tranquilidad de los rincones, junto a los zócalos pringosos prosperan y se reproducen seres que sólo puedo imaginar como los personajes repugnantes y fosforescentes con los que las publicidades de productos de limpieza suelen representar a la población de bacterias que nos acosa a diario, pero que aquí se reproducen en un paraíso de los gérmenes, completamente  a salvo de todo rastro de hipoclorito de sodio.  Hasta esas comarcas han rodado varias botellas de gaseosas depositando su transparecia plástica, su interior pegajoso donde restos de líquido azucarado comienzan a alimentar vidas inmundas.
Las ventanas son amplias, de hojas corredizas y vidrios opacado por la pátina de grasa que todo lo cubre pero que en sus superficies se hace visible al oponerse a la entrada de luz del exterior. La reja de alambre que protege abertura del espacio de dos pisos que se abre sobre el patio ostenta un amplio boquete.  Después de muchos reclamos al respecto y por la seguridad y la felicidad de los alumnos a su cargo, la Dirección del establecimiento ha decidido trabar la hoja de la ventana correspondiente incrustando un bulón de hierro que cancela definitivamente toda posibilidad de abrir la ventana sobre el vacío.   No hay temor que falte el aire en el recinto áulico pues abajo a la derecha de la ventana en cuestión la pared exhibe un generoso orificio circular que otrora fuera la salida de una estufa de tiro balanceado. ( Destaquemos que no falta calefacción en invierno ya que ésta se encuentra asegurada por una pantalla a gas que los disconformes de siempre tildan de anti reglamentaria).
Me dispongo a enseñar algo de geometría aunque eso es muy pretencioso en este hábitat.  Junto a la pizarra, el tacho de la basura exhibe su interior asqueroso y desbordante.  Antes de que termine la clase voy a tomarlo de un borde, protegiéndome la piel de los dedos con una hoja de carpeta y voy a pasarlo entre las filas de bancos para que los alumnos arrojen ahí todo lo que puedan levantar de abajo de sus asientos pero por más que insista en que levanten cada papel por pequeño que sea, cuando ellos se van y el aula queda desnuda, la suciedad sigue allí, a la vista, persistente como un olor, desagradable como las faltas de ortografía, malsana y enfermante como un virus