miércoles, 22 de diciembre de 2010

Como vida

Una de las actividades de las vacaciones es leerle a mi hijo Pinocho a  razón de tres o cuatro capítulos por día.  ¿Por qué me gusta tanto esta historia?  Desde el principio, desde antes de ser un muñeco, el trozo de madera que será luego Pinocho está dotado de habla, lo cual causa espanto a más de unopero es lo que lo convierte en un muñeco maravilloso (¿no se asustan algunos niños de los títeres, de su imitación de lo viviente?).  Durante la primera parte de la historia Pinocho se deja llevar por sus deseos, le encanta callejear, es inocente e ignorante, tiene buenos sentimientos.  En la calle es víctima tanto de delincuentes que le roban y casi lo matan (pero, ¿se puede acaso, matar a un juguete?) como de la represión de la ley: sufre cuatro meses de cárcel por ser la víctima del robo (la portada del libro es la ilustración de Pinocho entre dos gendarmes)  Pero a medida que pasa el tiempo y las desventuras, el amor por la Niña de Cabellos Azules hace crecer en él dos deseos:  reencontrarse con su padre y transformarse en un niño.
Woody, el muñeco de Disney-Pixar, está obsesionado por el temor de ser extraviado, dejado de lado, olvidado, en fin, abandonado por su dueño niño.  Woody no desea otra cosa que ser un muñeco con todas las de la ley.  Él mismo, un sheriff, representa la ley, la ley de los juguetes:  ser atesorado y acaso adorado por los niños, los que inventan y destruyen juguetes.  Pero Pinocho es todo lo contrario,  no teme lanzarse a la calle, aunque después se arrepienta, y sufrir los peligros de estar expuesto sin nadie que lo proteja. No teme Collodi incluir en su historia el tema de la muerte y sería un error dejarse llevar por la lectura primera en clave de moralina, es cierto que cada episodio podría resumirse en el esquema si no te portas bien, si no obedecés a tus padres, si no tomás la medicina, si no vas a la escuela... ¡te morís!  Pero lo cierto es que en el texto, el gran tema de la muerte vuelve una  y otra vez sin disimulos ni maquillaje, una de las grandes preocupaciones de los niños, que siempre quieren saberlo todo; uno de los grandes problemas de los padres, que, interrogados acerca de la muerte, deben aceptar el trago amargo de decir a sus hijos que no saben, que ellos también ignoran y desean saber y no tienen a nadie a quien preguntarle. Padres e hijos, adultos y niños se encuentran igualmente desvalidos frente a la gran monstruo, todos seremos devorados por la Ballena, pero antes, debemos aprender a vivir. Como Pinocho.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Literatura infantil

"_¡Cuando el muerto llora, es señal de que está en vías de curación!_dijo solemnemente el Cuervo.
_Lamento contradecir a mi ilustre amigo y colega _intervino el Mochuelo_; para mí, si el muerto llora, es señal de que no le gusta morir."

Carlo Collodi.  Las aventuras de Pinocho

Lágrimas

Odio los exámenes.  Detesto las "comisiones evaluadoras"  llenas de hipocresía, falsas exigencias y consignas ridículas (¡no usen la calculadora!)  Me siento como un gusano cuando un alumno, de primer año, se pone a llorar porque no lo apruebo.  ¡Por favor, no llores!  ¡Ay!  ¿Cuándo acabará todo esto?

domingo, 12 de diciembre de 2010

Homo sacer

"Según había relatado el titular del SAME, Alberto Crescenti, el joven era trasladado al Hospital, cuando un grupo de personas armado abrió la ambulancia, lo sacó y lo ejecutó en el piso. El médico que lo asistía tuvo que escapar y sufrió una descompensación, pero dijo que el muchacho había muerto en el lugar
Sin embargo, la Polícia cree que el joven no sufrió ningún disparo, pudo retirarse del lugar y está vivo"

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Diciembre

En la escuela, diciembre es el mes más cruel.  Se obliga a los alumnos a asistir hasta los últimos días de la primavera con treinta y tantos grados de calor en aulas con ventiladores que giran casi tan rápido como el segundero de mi reloj.  Después de cerrar las notas del año, el 30 de noviembre es la fecha mágica y final para aquellos estudiantes que "aprobaron".  Los otros, los que se llevaron la materia, (se la llevan como una carga de la que serán liberados luego de un necesariamente tortuoso examen) deben seguir asistiendo a clases llamadas de "orientación" (la terminología de la dirección de escuelas bonaerenses es siempre tan optimista como imprecisa)  El primer día de la orientación, pues, el aula aparece bastante poblada pero los días siguientes el desgranamiento es evidente y aún más si se trata del turno tarde.  Los estudiantes, aunque algunos, hay que decirlo, intenten demostrar entusiasmo, ya no dan más. Y los profes, ni hablar.  Pero a veces, ese clima soporífero que anuncia el verano permite alguna charla, algún alumno tiene ganas de contar algo, un viaje de té de flor, por ejemplo, y esto de relatar no es frecuente, porque como sabemos los adolescentes prefieren callar e incluso a veces después de permanecer en silencio, creen haber dicho mucho.  Y yo, esta vez, aburrida ya de "explicar" (parece que esa es la tarea por excelencia del docente) estoy dispuesta a escuchar.