sábado, 31 de julio de 2010

No hay nada más peligroso que la verdad

El miércoles fuimos al cine.  No vamos muy seguido; el trabajo, los niños, los niños! Elegimos, no, yo elegí El cazador oculto  de Roman Polanski.  Empecé a disfrutar desde el comienzo, tan de  Hitchcock y seguí disfrutando después esos ventanales inmensos sobre el mar tormentoso y helado.  Y al final, cuando quiero seguir viendo los créditos que desfilan sobre el fondo negro, mi marido me dice "¿Sabías que Polanski está acusado de violación?"  Bueno, no, no, sabía, o sí habré escuchado algo por ahí y lo olvidé por distraída, ay, ¿de veras?  Bueno, pero la película está buena, no?  ¡Ay!  Googleo polanski en prisión para saber algo de la historia.  Entonces, ¿debería haber ido a ver una película de un violador confeso que cumplió cuarenta y dos días preso en 1977 y los últimos diez meses en arresto domiciliario en una mansión en la exclusivísima Gstaad? El prisionero de Gstaad lo llaman  con sarcasmo a Polanski en una de las tantas críticas.  Y bien sí, la verdad es que me gustó The ghost writer, me gustaron Ewan McGregor y Pierce Brosnan, me gustó que la historia  hablara de la verdad  y que la búsqueda de esa verdad no estuviera a cargo de un detective o un policía sino de un escritor más bien de  segunda categoría, un tipo que labura de escribir y cuyo nombre ni siquiera figura en la tapa de sus libros. El arte no es para los puros.

lunes, 26 de julio de 2010

Lo frío, el arte


Fotos:  Cora Liptak. 

viernes, 23 de julio de 2010

No les va a alcanzar la leña

foto de :http://www.melpomenemag.blogspot.com/
Alan Turing, considerado por sus trabajos acerca de inteligencia artificial como el padre de la informática, sufrió proceso y condena por su condición gay en la Gran Bretaña de los cincuenta. Quien había colaborado con la victoria de los aliados construyendo la máquina que exploraba y descifraba los mensajes codificados nazis, fue convertido por la democracia británica en cobayo humano y sometido a un feroz tratamiento experimental que consistía básicamente en bombardear su cuerpo con estrógenos.  Que haya consentido a tal barbarie es baladí pues la opción era un prolongado encarcelamiento.  Las efectos físicos y psicológicos de semejante tortura fueron tan terribles que al atardecer del 7 de junio de 1653, Turing inyectó cianuro en un manzana y se suicidó.  Elgió la manzana sin duda por su fascinación por Blancanieves, que Disney había estrenado en 1937 y eligió el cianuro, el mismo veneno que usarían los montoneros del setenta, por su mortífera rapidez,casi instantánea.  La leyenda quiere que el logo de la empresa Apple Inc. McIntosh, la manzana mordida, que por mucho tiempo aparecía, además, embanderada con los colores de la causa gay, fuera una suerte de homenaje a quien pergeñó los  primeros pasos de la informática y del software en la primera mitad del siglo XX.

viernes, 16 de julio de 2010

Escrito en el cuerpo


Cuando no hay palabras, cuando el lenguaje no es posible, el cuerpo habla.  El llanto, por ejemplo, no es otra cosa que la inmediatez del cuerpo despojado de lenguaje. De todas la provincias del cuerpo, el pelo es la región que despliega mayor elocuencia por su autonomía y por la rebeldía que exhibe en relación con la persona que lo porta. Siempre querríamos "hacer algo con nuestro pelo", cambiarlo, domesticarlo, obligarlo a cumplir exactamente nuestra voluntad, y una y otra vez fracasamos en el desesperado intento.  Por más que nos esforcemos en construir nuestro personaje y nuestro rol en esta sociedad de la imagen, el pelo siempre nos delata, el pelo es nuestra peluca verdadera.  El protagonista de Historia del pelo, sufre esa obsesión por el pelo, sufre su pelo como marca de una época, porque una época es precisamente eso: un cuerpo marcado.Y es por esto que el pelo, la preocupación por el pelo, que podría parecer una frivolidad, es una cuestión política.  La desventura del protagonista de la novela es haber vivido la decada del setenta con un corte de pelo equivocado al que añora así:
"Lo primero que desaparece con la toma de conciencia es la gomina: el pelo resucita, se despereza, recupera movilidad. Después irrumpe el bigote, primero tímido, finito, casi policial, luego espeso y desafiante. Por fin, la rebelión total: pelo largo y en desorden, incluso sucio, estilo crencha, y bigotes, y barba, matas de pelo saliendo de los oídos, todo junto. Una molotov capilar ambulante" (146).
El afro programático de los sesenta, el "pelo bueno" de los militantes del setenta, el "ejército de varones rapados" de los noventa: la historia atraviesa los cuerpos.  Cuando hayamos encontrado nuestro corte de pelo correcto, cuando podamos decir cuál es nuestra verdadera peluca, estaremos comprometidos con nuestro tiempo.

viernes, 9 de julio de 2010

Bienvenidos al desierto de lo real

Cuando le cuento a mi psicólogo cómo es la escuela secundaria de tres cursos, con una sola preceptora, donde la directora sufrió un "ataque de pánico" y el cargo de la secretaria está vacante desde febrero sin que la inspectora se preocupe por la situación de acefalía sino que más bien al contrario, obliga a los profesores a dar clases y hacerse cargo de la escuela en su totalidad, y cuando le cuento que en esta escuela los alumnos toman matecocido con pan en el recreo y a veces tiran las tazas en el pasto mal cortado del patio y la directora, repuesta de sus ataques, solo les pide que las levanten porque si no se pierden, y se alimentan, no con panchos y hamburguesas pues el buffet es inexistente, sino con la polenta y los fideos de rigor del comedor de la escuela primaria en uno de cuyos pasillos se ubican las tres aulas de primero, segundo y tercer año de la SB sin nombre, pues no le fue dado más que un número para su identificación: el 31 y cuando mi psicólogo escucha que esos alumnos no van a poder terminar la secundaria ahí porque justamente sólo hay hasta tercer año, pone las más variadas expresiones de asombro, y empieza a preguntar "pero, ¿cómo es eso?, me cuesta imaginármelo; ¿cómo que tres cursos?".  Ante estas preguntas, yo, sabiendo que toda descripción resultará sospechosa de exageración por más que sea fiel, y sobre todo porque es complicado describir un desierto, la nada que reina en las aulas, y que es sobre todo ausencia de conocimiento y de posibilidades de aprender algo,  me limito a responder, "es que el sistema educativo de la provincia de Buenos Aires es un caos", con la esperanza de transmitir toda la desazón que esto me provoca y que me lleva  cada quince días a sentarme en el diván de cuero oscuro del estudio del psicólogo.  Y cada quince días, junto a un piano, una enorme biblioteca y una exagerada estufa de leña falsa, trato de desglosar las innumerables situaciones que "el sistema",  tan abstracto como concretas,  desesperantes e infinitas son sus demandas, me exige enfrentar a diario.
Mientras tanto, veo en las calles que el gobierno anuncia desde enormes afiches, donde la carita sonriente de un chico de guardapolvo blanco aparece debajo de la palabra Bienvenido, que con la asignación universal por hijo se incrementó en un veinticinco por ciento la inscripción de alumnos en las escuelas, y al ver el afiche pensé en la realidad de la escuela primaria en la que nos alojamos donde este año cerraron al menos un grado y pensé en la resonante falsedad de un Estado que no está dispuesto a poner un peso para dar la bienvenida que pregona más que como gigantesca propaganda.

martes, 6 de julio de 2010

Ante la ley

Olga Viglieca / El Argentino


La Cámara alta debe modificar el proyecto de ley aprobado por Diputados sobre el casamiento entre personas del mismo sexo.” La frase, rotunda, corresponde al editorial del diario La Nación, aparecido a escasos tres días de que el obispo de La Plata, Héctor Aguer, en nombre de la Iglesia toda, reclamara lo mismo.

En un tono admonitorio pero que se intenta políticamente correcto, el editorialista, por si las moscas, no se opone a que los legisladores busquen “una normativa específica para las uniones homosexuales que les sea propia”, e incluso contemple sus derechos civiles y previsionales, si acaso “se entiende justo”. ¡Pero esto no significa que se deba “vaciar de contenido una institución milenaria”!, arguye.
Siguiendo esa línea tan progresista de pensamiento, tampoco se debería haber derrocado al zarismo –una institución que superaba el milenio–, ni abolido la esclavitud –varias veces milenaria– y habría que despenalizar el asesinato de la esposa o los hijos, práctica que Dios demandó a Abraham y fue perfectamente legítima en la familia patriarcal del derecho romano.  Texto completo, acá

domingo, 4 de julio de 2010