Hay quienes piensan que todas las muertes son iguales y que esta igualdad proviene de su irreductible drama singular. No pertenecemos a ese grupo según cuyo razonamiento no pueden haber muertos que actúen como símbolos de nada, no puede existir, por ejemplo, Carlos Fuentealba símbolo de la lucha docente, ni existe Mariano Ferreyra símbolo de la lucha de los tercerizados ferroviarios, no podrían existir los 51 muertos de Once más que como cincuenta y una singularidades unidas apenas por el azar y la tragedia.
En el caso de Mariano Ferreyra, tal vez muchos se nieguen todavía a ver "los manejos empresariales de la dirigencia sindical, la conformación de patotas para reprimir trabajadores, que se oponen a sus acciones y a sus ideas, la intensificación de la relación entre gremialistas y barra bravas que ofician como fuerza de choque de esas direcciones...Ese funcionamiento se extiende en la mayor parte de los gremios que conforman en la actualidad, la Confederación General del Trabajo. La CGT Central que fue definida por el jefe de Gabinete Aníbal Fernandez como la coluna vertebral del proyecto político kirchnerista." (Diego Rojas, 2011, p.179)
Sostenemos que la muerte no iguala nada. Creemos que esas muertes como la de Mariano, como la de tantos otros caídos en esta guerra (¡los chicos de Cromagnón!) son muertes en las que la injusticia es más injusta y la opresión humilla con más fuerza; en esas muertes se ensaña la crueldad que el capitalismo descarga contra quienes lo cuestionan. Esas vidas inconmensurables y únicas en sus vacilaciones y en sus firmes convicciones militantes atraviesan la fragilidad de los sujetos y se vuelven símbolos concretos de la barbarie. ¿Es que hay acaso algo de fortuito y fatal en estas muertes?¿Es que no existe una historia de sus muertes, una historia que puede ser reconstruida en términos absolutamente políticos? Maxi y Darío, Mariano Ferreyra, Carlos Fuentealba, el conscripto Carrasco, María Soledad Morales, las víctimas de gatillo fácil, los chicos de Cromagnón, los cincuenta y un muertos de Once, se trata siempre de la memoria, de la construcción colectiva de la memoria.
Vaya por Mariano, peleando por los tercerizados ferroviarios, convirtiéndose él mismo en un tercero en el cruce de una lucha desigual solamente por su afán de justicia, de desarticular las conspiraciones de los poderosos y su incesante opresión. Y si hay algo que aprender es el gesto de Mariano de colocarse justo ahí en el vértice de la red de causas y efectos precisamente para torcer esas causas y efectos. Ese es el principio de todo revolucionario, de toda Revolución.
1 comentario:
Utilizar una muerte, hacerla útil, volverla sirviente de una causa política es obsceno, (tan obsceno como el constante martilleo sobre el nombre de Néstor) Esos nombres Mariano Ferreyra, Carlos Fuentealba nombran unas vidas que deben ser inolvidables pero no otra cosa. Esas muertes no son iguales ni esas vidas fueron iguales. El nombre propio interviene cuando no sabemos, cuando falla la palabra, cuando falla la lengua. EL martirologio es el sintoma de una carencia.
Publicar un comentario