Nos hemos consagrado a las vacaciones de invierno. Buscamos opciones, planificamos horarios y coordinamos programas. Salimos. Gozamos hasta del viaje en subte. Llevamos provisiones, el mate siempre fundamentalmente porque es barato, caliente, dulce y nos da energía en todo momento y lugar.
Hace frío pero llevo una enorme bolsa donde guardar abrigos, gorros y bufandas mientras disfrutamos de la calefacción de los teatros, museos y bibliotecas que visitamos. En todas partes hay niños, niños con sus padres, sus tíos o abuelos, niños con personas que los aman y que se consagraron a ellos, que pensaron en ellos y en colores, en música y en sonidos diferentes, hermosos, para ellos.
A nosotros nos gusta mirar las caras de nuestros hijos en cada paseo. Atesoramos sus expresiones de asombro, concentración, interés. Esas caras nos dicen todo y nos alejan de una vez (y de algún modo para siempre) de los horrores de este año electoral.
A la tardecita, de regreso a casa, contamos los tesoros del día: las fotos de una visita guiada, los dibujos del taller de manga, la anécdota de la pelicula japonesa que se cortó diez minutos antes del final. Luego nos miramos y nos preguntamos ¿Qué quieren hacer mañana?
1 comentario:
Maravillosa la cebra en vacaciones!!! Clau Sz.
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