viernes, 9 de julio de 2010

Bienvenidos al desierto de lo real

Cuando le cuento a mi psicólogo cómo es la escuela secundaria de tres cursos, con una sola preceptora, donde la directora sufrió un "ataque de pánico" y el cargo de la secretaria está vacante desde febrero sin que la inspectora se preocupe por la situación de acefalía sino que más bien al contrario, obliga a los profesores a dar clases y hacerse cargo de la escuela en su totalidad, y cuando le cuento que en esta escuela los alumnos toman matecocido con pan en el recreo y a veces tiran las tazas en el pasto mal cortado del patio y la directora, repuesta de sus ataques, solo les pide que las levanten porque si no se pierden, y se alimentan, no con panchos y hamburguesas pues el buffet es inexistente, sino con la polenta y los fideos de rigor del comedor de la escuela primaria en uno de cuyos pasillos se ubican las tres aulas de primero, segundo y tercer año de la SB sin nombre, pues no le fue dado más que un número para su identificación: el 31 y cuando mi psicólogo escucha que esos alumnos no van a poder terminar la secundaria ahí porque justamente sólo hay hasta tercer año, pone las más variadas expresiones de asombro, y empieza a preguntar "pero, ¿cómo es eso?, me cuesta imaginármelo; ¿cómo que tres cursos?".  Ante estas preguntas, yo, sabiendo que toda descripción resultará sospechosa de exageración por más que sea fiel, y sobre todo porque es complicado describir un desierto, la nada que reina en las aulas, y que es sobre todo ausencia de conocimiento y de posibilidades de aprender algo,  me limito a responder, "es que el sistema educativo de la provincia de Buenos Aires es un caos", con la esperanza de transmitir toda la desazón que esto me provoca y que me lleva  cada quince días a sentarme en el diván de cuero oscuro del estudio del psicólogo.  Y cada quince días, junto a un piano, una enorme biblioteca y una exagerada estufa de leña falsa, trato de desglosar las innumerables situaciones que "el sistema",  tan abstracto como concretas,  desesperantes e infinitas son sus demandas, me exige enfrentar a diario.
Mientras tanto, veo en las calles que el gobierno anuncia desde enormes afiches, donde la carita sonriente de un chico de guardapolvo blanco aparece debajo de la palabra Bienvenido, que con la asignación universal por hijo se incrementó en un veinticinco por ciento la inscripción de alumnos en las escuelas, y al ver el afiche pensé en la realidad de la escuela primaria en la que nos alojamos donde este año cerraron al menos un grado y pensé en la resonante falsedad de un Estado que no está dispuesto a poner un peso para dar la bienvenida que pregona más que como gigantesca propaganda.

1 comentario:

cora dijo...

...tremendo cuadro has descrito. Los recuerdos de mi propia experiencia educativa en la provincia de Buenos Aires me permiten visualizar más nitidamente estas imágenes... que la desazón no te detenga.