viernes, 16 de julio de 2010

Escrito en el cuerpo


Cuando no hay palabras, cuando el lenguaje no es posible, el cuerpo habla.  El llanto, por ejemplo, no es otra cosa que la inmediatez del cuerpo despojado de lenguaje. De todas la provincias del cuerpo, el pelo es la región que despliega mayor elocuencia por su autonomía y por la rebeldía que exhibe en relación con la persona que lo porta. Siempre querríamos "hacer algo con nuestro pelo", cambiarlo, domesticarlo, obligarlo a cumplir exactamente nuestra voluntad, y una y otra vez fracasamos en el desesperado intento.  Por más que nos esforcemos en construir nuestro personaje y nuestro rol en esta sociedad de la imagen, el pelo siempre nos delata, el pelo es nuestra peluca verdadera.  El protagonista de Historia del pelo, sufre esa obsesión por el pelo, sufre su pelo como marca de una época, porque una época es precisamente eso: un cuerpo marcado.Y es por esto que el pelo, la preocupación por el pelo, que podría parecer una frivolidad, es una cuestión política.  La desventura del protagonista de la novela es haber vivido la decada del setenta con un corte de pelo equivocado al que añora así:
"Lo primero que desaparece con la toma de conciencia es la gomina: el pelo resucita, se despereza, recupera movilidad. Después irrumpe el bigote, primero tímido, finito, casi policial, luego espeso y desafiante. Por fin, la rebelión total: pelo largo y en desorden, incluso sucio, estilo crencha, y bigotes, y barba, matas de pelo saliendo de los oídos, todo junto. Una molotov capilar ambulante" (146).
El afro programático de los sesenta, el "pelo bueno" de los militantes del setenta, el "ejército de varones rapados" de los noventa: la historia atraviesa los cuerpos.  Cuando hayamos encontrado nuestro corte de pelo correcto, cuando podamos decir cuál es nuestra verdadera peluca, estaremos comprometidos con nuestro tiempo.

No hay comentarios: