lunes, 22 de junio de 2015

Mi trabajo es educar.  Mi trabajo es imposible. No concibo que alguien en plena posesión de sus facultades decida por su propia voluntad hacer este trabajo en lugar de cualquier otro. Y sin embargo aquí estoy, profesora de  escuela secundaria, un trabajo de perdedores e infelices. O de gente muy buena y muy ingenua.
Ante todo, mi trabajo requiere aguante, perseverancia, justicia, previsión y amor.
Me pagan por enseñarle al que no quiere ser enseñado.  Más aún, me pagan por querer a quien no quiere ser querido. Y ciertamente me pagan muy poco por todo eso.
Los resultados son siempre magros y desalentadores.  Cada año de mal en peor.  Son muy pocas las cosas que me alientan a seguir.  La risa de mis hijos es una de ellas.
Ver sus caritas felices por la mañana cuando lo llevo a la escuela y me voy a trabajar.

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