Como todos los viernes, a las 7:30 de la mañana, los alumnos formados en el patio se preparan para la ceremonia de izar la Bandera. Como todos los viernes, el secretario le pide al profesor de Biología (¿lo prefiere a él por que esta a punto de recibirse de médico, por que es varón o por qué?) que designe dos alumnos para tan digna tarea. Como todos los viernes los alumnos se niegan a pasar al frente y subir la Bandera atada a un modesto mástil. Después del consecuente e inútil sermón del secretario (qué vergüenza, blablabla) la bandera es izada, al fin de mala gana y pasamos a las aulas. Entonces, les pregunto a mis alumnos de 3º año de secundaria, ¿qé pasa chicos?, cada viernes que me toca venir acá pasa lo mismo, nadie quiere ir a la bandera, ¿tienen idea de por qué es? El silencio que sigue a mi pregunta, hecha con el tono más amable que pude encontrar para no alarmarlos ni ponerlos a la defensiva, me sorprende por su perfección. Es un silencio ensordecedor. Trato de desdramatizar: Miren, en todas las escuelas se hace lo mismo, los alumnos izan la bandera, nadie se hace drama por eso... Más y más silencio. Empiezo la clase y la termino sin que el asunto se vuelva a mencionar.
Al viernes siguiente, el prfesor de Biología vuelve a fracasar en su convocatoria frente al mástil. Yo enfrento a mi curso y con desición elijo a una alumna: "Sofía, andá a la bandera" Ella, rápidamente, pasa al mástil. Hablar con los adolescentes da sus frutos.
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