sábado, 28 de julio de 2012

Hoy, cuando todo parece ilimitado, como internet, la cuestión de los propios limites es central.
Cuando hablamos o escribimos deberíamos recordar que las palabras son términos, el lenguaje es el límite de nuestro mundo, el cerco de la ciudad que habitamos.  El lenguaje nos cerca, nos protege, nos limita, nos termina y nos concluye. Las palabras son nuestro fin, nuestro final y nuestro objetivo.  Las palabras son siempre lo que queremos decir, porque las palabras no son otra cosa que nuestro deseo y nuestro deseo es la meta inalcanzable del decir.

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