viernes, 30 de noviembre de 2012

Pura suerte.

Finalmente.  Toda la pesadilla del ciclo lectivo se desvanece en el aire entre promedios, planillas y exámenes.  Lambertini fingió llorar un poco pero aprobó y se sacó una foto conmigo.  Para Facebook, dijo.  A veces cometo esos errores.  Durand me repitió una vez más que me quiere y yo supongo que también lo quiero, aunque una vez le quité el alfajor que estaba comiendo y lo tiré al tacho.  Pero eso ya no importa; él también aprobó.  El chico que dibujaba svásticas, cuyo nombre no pude memorizar en todo el año y que arrojaba Pitusas a mis espaldas, también se puso las pilas y aprobó la prueba de funciones lineales.  La tarea docente suele ser  una loca aventura.  Tener un buen curso es un fenómeno que ocurre una vez cada diez años, como un eclipse de Júpiter.
Quiero decir que la gente que está aquí, entre los muros, es plenamente capaz de hacerse oír a condición de que haya orejas apropiadas.

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