viernes, 29 de octubre de 2010

Los presidentes también lloran

Ayer estuve horas viendo el velorio.  Dejé la tele ahi, prendida, mientras limpiaba toda la casa y la gente desfilaba y desfilaba, tres mil personas por hora, decían. Para algunos será claro como el agua el motivo de la devoción popular, para mí es un embrollo; dí vuelta de una las sillas sobre la mesa, a años luz de la gente que pasa y pasa delante del féretro.  Ya había aceptado, de mala gana, que mis parientes estuvieran consternados y aun así todavía no había escuchado los más terribles reproches a mi falta de consternación. No hacía ni una semana que la presidenta, ahora reciente viuda, nos había brindado las más tenebrosas declaraciones a propósito de un asesinato.  Para mí era claro:  la matanza de Mariano Ferreyra puso en evidencia por un lado, un vasto sistema de superexplotación llamada tercerización y, al mismo tiempo, la alianza estratégica de los Kirchner con la burocracia sindical y precisamente por esto ese asesinato político marcó una terrible crisis para el régimen.  ¿Será cierto que el no tan anciano ex presidente sucumbió a los efectos de esta crisis?
La gente seguía desfilando y yo no podía dejar de ver el velorio.  Cada tanto aparecía algún presidente latinoamericano, lloroso.  El patetismo no cejaba. A la noche, mientras preparaba la cena, un muchacho cantó el Ave María de Shubert y al finalizar gritó un "¡Hasta la victoria siempre, Néstor!" tal vez inspirado por el retrato de Guevara, colgado en el salón de los Patriotas.  Mi estupor aumentaba.  No dijeron el nombre del tenor ni la razón del saludo final, al que yo jamás hubiera asociado con el peronismo.
Semana Trágica la llaman algunos.

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